Un día me levanté y no estaba cansada. Disfruté de una ducha larga y derrochadora y me preparé un buen desayuno. Salí a comprar el periódico para pasearlo debajo del brazo por el paseo marítimo. El mar en calma y la marea baja invitaban a recorrer la playa descalza. Así lo hice. Agua fría, conchas rotas, algas, sal, y a lo lejos, el faro.
Cuando en una historia aparece un faro, siempre me siento fascinada. Es un elemento misterioso, guardián de día, guía en la oscuridad, un testigo mudo de lo que va a suceder o confidente de lo que ya ha sucedido pero aún desconocemos.
Virgilio es un nombre perfecto para el farero que imagino ocupa este faro. Sin embargo, no sé mucho de él. ¿Qué has oído tú?