Avanzo hacia los 40, a veces tibubeante, otras con paso firme y nunca sola. Hoy vuelvo a ser la niña que no dormía la víspera de su cumpleaños pensando qué le regalarían, la que esperaba ansiosa a que la felicitasen, la que, orgullosa, repartía caramelos entre sus compañeros del colegio.
Todos los años mi madre me preguntaba qué quería que me preparase para comer y todos los años le respondía lo mismo. Hoy volveré a sentarme a la mesa para disfrutar de mi menú infantil y es que los años pasan, la gente cambia, pero mi celebración de cumpleaños, siempre es la misma. La niña feliz que fui se lo merece.
Gracias, mamá.