Siendo de puerto pesquero, he tenido un fiel compañero que me ha acompañado desde mi infancia hasta mi edad actual, refrescándome cada verano, asombrándome en invierno con su fuerza, siempre cerca y siempre hermoso. El mar. Mi mar.
Con el verano, el calor y las vacaciones, siempre volvemos a la playa. Pero nunca es igual el retorno y analizándolo en perspectiva, cada fase tiene su playa, su atuendo y sus acompañantes.
Playa niña
La playa a la que me llevaban mis padres en coche. Braguita. Comer a la sombra, tortilla y filete empanado. Hacer la maldita digestión. Jugar al sol. Cubo, pala y rastrillo.
Playa adolescente
La misma playa de mi infancia pero llegábamos en autobús. Bañador. Comer en la arena, bocata de chorizo con queso derretido. Una digestión a medias. Jugar al basket en las canchas. Bañarnos a última hora, jugando con las olas y con el forro del bañador lleno de arena, como si nos hubiéramos hecho algo por encima. Marcharnos a casa con el pantalón mojado en el culo después de haber apurado el tiempo de playa hasta el último minuto.
Playa estudiante
Una playa más pequeña donde poder hacer topless. Casi siempre íbamos en moto. Comida comprada en el bar y lata de coca-cola. Cuando ya se iba todo el mundo, paquete de pipas Facundo y sentadas en corro, análisis de distintos temas de actualidad sentimental.
Playa soltera
Radio de actuación más amplio, ya que iba en coche. Bikini y según en qué zona, dos piezas o una. Te comías algo en un bar antes de bajar a la arena. Libro o mp3.
Playa madre
Fundamental que se pueda aparcar cerca para no cargar mucho trayecto con: sombrilla, juguetes de playa, bolsa con toallas, bronceadores y mudas, nevera con comida y bebidas y por supuesto, la descendencia. Bikini o bañador, ya es que da igual con tal de que tape bastante. Topless ni de coña.