miércoles, 30 de mayo de 2012

La casa de los amores imposibles


Parece que estoy en racha y voy encadenando un libro tras otro. Normalmente tengo sobre la mesilla de noche el libro que estoy leyendo y el siguiente, pero ayer ya sólo había uno así que voy a tener que revisar las estanterías a ver qué encuentro…

Los primero que me gustó de esta novela fue el título, que prometía una buena lectura y además, venía adornado por una portada que me resultó también atractiva. En la contraportada, un esbozo de lo que me encontraría en su interior:

“Las mujeres Laguna han soportado una terrible maldición desde el principio de su linaje: una tras otra sufren mal de amores y sólo alumbran niñas que perpetúan esta cruel herencia. Pero, cuando después de décadas de pasiones prohibidas y amores trágicos nace el primer varón, se abre la puerta de la esperanza. ¿Será éste el fin de la maldición? Una novela mágica sobre las trampas del deseo, la tragedia del amor y los lazos indestructibles de la familia"

Con estos ingredientes y gracias a un préstamo de Leria, me puse a leerla. Ya conocéis mi debilidad por las novelas de sagas familiares, sobre todo si las protagonistas principales son mujeres. Quizás por eso esta novela para mi fue perdiendo fuerza cuando apareció en escena el primer varón Laguna, que auguraba cambios en la fortuna de las mujeres de su familia y que a mi me pareció el personaje más forzado y menos atractivo.

Con ciertas reminiscencias de realismo mágico, aunque ambientada en Castilla a finales del siglo XIX, la historia se desarrolla a lo largo del siglo XX y de la mano de varias generaciones de mujeres Laguna. La autora relata los amores y desamores de los personajes con un lenguaje cargado de simbolismo y perfila a unos personajes secundarios igualmente atractivos.

Me sentí fascinada por el personaje de Olvido Lagura, “la Laguna Cocinera”, una niña solitaria a la que su madre lleva tapada en un intento fallido por ocultar su belleza y mantenerla al margen de la maldición familiar. La sensualidad de Olvido traspasa las páginas y su eterno amor por Esteban, conmueve hasta el último momento.

Mención aparte merece el jardín siempre fecundo de la Casona Roja, escenario de los amores y desamores de las Laguna, que florece y crece enredándose con las desgracias de sus habitantes como un personaje más.

En definitiva, a mí me ha resultado fácil de leer, ameno y emocionante, y sobre todo, cargado de sensualidad.

¿Lo habéis leído? ¿Os apetecería hacerlo?

jueves, 17 de mayo de 2012

Dia das letras galegas 2012

A lingua dos meus avós. La lengua de mis abuelos.


Verde vento polas leiras
e vento azul polo mar,
panos da mesma bandeira.
Quen fora vento, meu mar
e sobre o teu lombo brando
puidera o corpo deitar!
Quen fora o vento poboado
de polen e de cantigas
e malvises namorados!
Quen fora o vento que rube
a refrescar as estrelas
despois de folgar coa nube!
Quen fora xinete alado
de ardor e de vidro feito
sobre das olas montado!

Sementeira do vento, 1968


miércoles, 16 de mayo de 2012

La casa de Riverton




R. me insta a que comente los libros que he leído recientemente, esos que os anuncio en mi blogroll que estoy leyendo y que un día son sustituidos por otro título sin más.

Desde mi entrada del pasado 21 de marzo, parece que he recuperado la calma y que de nuevo los momentos de lectura se han instalado con continuidad y alegría, casi como cuando estaba en la facultad y alternaba mis lecturas obligatorias con mis propias selecciones.

Me separan de esa época 20 años, 5 kilos y 1 hijo pero sigo experimentando el mismo cosquilleo adolescente cuando comienzo una novela. Lástima que algunas veces el cosquilleo desaparece según continuas leyendo.

La casa de Riverton es una novela de Kate Morton, la misma autora de El jardín olvidado y Las horas distantes. Los tres títulos tienen en común la época y el lugar en la que están ambientadas (Inglaterra, principios del siglo XX), el protagonismo de los personajes femeninos y los secretos familiares como base de sus respectivos argumentos.

Úrsula, una joven directora de cine americana, quiere rodar una película sobre un hecho dramático: el suicidio del joven poeta Robbie Hunter en medio de una fiesta en la mansión Riverton. Este suceso es el punto de partida de esta novela en la que Grace Bradley, una antigua doncella de la casa que ha llegado a los 98 años, relata con todo lujo de detalles y no poco sufrimiento la vida de las hermanas Hatford, testigos del suicidio, herederas de Riverton y portadoras de un secreto que ella misma parece conocer.

En realidad, en esta novela asistimos a la decadencia de una familia aristocrática inglesa que ve cómo la primera Guerra Mundial resquebraja su posición, su bienestar y las relaciones personales entre los miembros de su familia. De la mano de Grace, conocemos el superficial mundo de los aristócratas y sus fiestas, pero también sus tribulaciones y secretos. Al mismo tiempo, nos abre las puertas del mundo del que formó parte, el de los criados, el de los que renuncian a sus propias vidas para ayudar a hacer más fáciles las de otros.

Por la ambientación y la dualidad amo/criado, me ha recordado mucho a Downton Abbey, una serie que me enganchó desde el trailer. Las palabras Inglaterra, familia aristocrática y decadencia en la misma frase eran un buen señuelo para mi. Me ha gustado.

¿La habéis leído?

jueves, 10 de mayo de 2012

Impresionante



El Sr. Cuco es todo un personaje. Hace afirmaciones que temo contradecir pues en la firmeza de sus palabras intuyo una sabiduría que no poseo y una voluntad categórica que admiro.

- Mamá, me dijo anoche, me duele la impresión.

- Cariño, se dice "me da la impresión".

- Ya, pero es que a mí me duele.

Silencio...

- Mami...

- ¿Dónde te duele exactamente...?

- Aquí, dice frotándose un costado.

- Eso no es la impresión, Cuco, es un lado de tu cuerpo.

- No, mami, me duele, y lo que me duele, es la impresión. ¿Lo ves?

Creo que sí...



Si dice que le duele la impresión, pues le dolerá, ¿no? ¿Quién soy ya para discutir dónde le duele al pobre?




lunes, 7 de mayo de 2012

El fin de un idilio



Antes de navidades, empecé a ir al gimnasio. Me conciencié: necesitaba hacer ejercicio, soltar adrenalina, endurecer carnes o yo no sé qué se me pasó por la cabeza. Y al principio bien, me propuse ir un día a la semana, los martes para ser más concretos. Así que el primer martes, recordé comprar algo para comer en la oficina y al salir del trabajo, allá me fui. Me cambié, me dejé analizar por el monitor e hice lo que me mandó. Duró 3 semanas. Luego animé a una amiga a acompañarme. Y  lo hizo.
Mucho mejor así, decía yo, porque una tira de la otra. Lo malo es que empezó a tirar más el café de después que las máquinas. Empezamos a ir juntas, cambiarnos juntas y al terminar en el gimnasio, a la ducha y a tomar un café con pastas, para compensar el esfuerzo.
 
 
Ambas somos conscientes que lo del gimnasio está muy bien, nos viene genial y es cuestión de cogerle el ritmo. Pero somos mujeres prácticas y hay que ir al grano. ¿Para qué hacer el paripé media hora si lo que en realidad nos gusta es el café de después? Endurecer no endurece pero un momento de relax, un café tranquilo a media tarde con una buena compañía y mucha conversación también es salud. Y encima, sin sudar.
 
 
Y lo hemos dejado. En realidad, creo que nunca le llegamos a ver la gracia. Los martes ahora son días de sopa y pizza y el único recuerdo de aquel ramalazo de salud y belleza es un aviso en el Iphone que me salta todos los lunes y que reza: PREPARAR BOLSA GYM. Por si acaso, no lo borro.